Blogia

jochaca

HOT MILK

HOT MILK

Según informaba ABC el pasado viernes, en un revelador artículo titulado Escritoras y sexo. Historias para no dormir, este año la rentrée literaria en Francia va a estar marcada por un importante número de publicaciones de autoras que hablan sin tapujos de su vida sexual, una amplia variedad de obras donde mujeres de mediana edad confiesan sus infidelidades conyugales con hombres de todo tipo de pelaje o revelan sus experiencias con muñecos y cachivaches de plástico. Según el artículo, la característica general de esta veintena larga de libros que saldrán a la luz a partir de Septiembre y en la que se incluyen novelas, relatos y autobiografías, es la crudeza en el tratamiento de esa parcela íntima, puesto que en sus páginas se hace alarde de los continuos y variopintos escarceos amorosos, aportando todo lujo de detalles. Este fenómeno erótico-festivo lo lidera una tal Catherine Mollet, una madurita de buen ver (del estilo de Ségolène Royal, como sacada de las manifestaciones del Mayo del 68, cuando las estudiantes se quitaban el sujetador para demostrar su rebeldía) que lleva un tiempo relatando sus escapaditas con dos o tres docenas de amantes y que, por lo que he podido leer, debe estar más calentita que el palo de un churrero. Mollet, que ha de estar atravesando una menopausia feroz, casi depredadora, cuenta en Jour de souffrance, su nuevo dietario de correrías, cómo en pleno desenfreno, entregada a una sucesión de cuerpos anónimos y de toda clase de razas, descubrió el demonio de los celos al sorprender a su marido inmerso en una aventura mucho más modesta con una vecina.

 

Otras cultivadoras de esta tendencia que participa tanto del exhibicionismo como del voyeurismo, como Marie Nimier, Christine Argot, Delphine de Malherbe, también juegan al destape de sus intimidades, aunque valiéndose de fórmulas diferentes, desde el book de ilustraciones calenturientas que retrata a señoras con el culo en pompa hasta el pastiche porno soft-filosófico con cantante negro incluido. Periódicos  y semanarios franceses, como Le Nouvel Observateur o Le Monde se han hecho eco de esta “nueva ola” (hace cincuenta años esa Nouvelle Vague estaba protagonizada por directores de cine como Francois Truffaut o Jean Luc Godard, que jamás tuvieron la necesidad de fanfarronear de erecciones ni de longitud de pene) a la que califican como un “fenómeno social” y que promete armar el mismo revuelo que en su día levantó la aparición de Las partículas elementales de Michael Houellebecq. A expensas de que escampe el temporal, y tras constatar en lo que ha quedado el movimiento feminista (una triste revancha para ver quién pone los cuernos más grandes, con los ánimos y la libido exaltados), me refugio en el visionado de Cleo de 5 a 7 de Agnés Varda, fechada en 1961, cuando los artistas se dejaban llevar por la inspiración a la hora de crear y no tan sólo por un despechado ánimo de venganza.

¿QUIÉN PUEDE JUBILAR A CHICHO?

¿QUIÉN PUEDE JUBILAR A CHICHO?

Hojeando el número de la semana pasada de la revista Pronto (a veces hojeo las revistas que se compra mi madre, en su mayoría revistas del corazón, por eso que llaman deformación profesional y todas esas cosas), después de un nutrido reportaje fotográfico de las vacaciones de Belén Esteban, su flamante marido Fran y su hija Andreíta en Benidorm, topé con una entrevista exclusiva a Narciso Ibáñez Serrador, maestro indiscutible de la televisión en nuestro país y ahora alejado (a su pesar) de la pequeña pantalla. La entrevista transcurre en diferentes estancias de la inmensa mansión que el creador posee en la localidad madrileña de Somosaguas, donde vive rodeado de recuerdos y libros, y nos presenta a un Chicho convaleciente, postrado en una silla de ruedas, como consecuencia de una aparatosa caída que sufrió recientemente en su oficina y en la que se golpeó la cabeza contra un escalón de mármol. A pesar de que aquél accidente ha afectado a su sentido del equilibrio y de que vive solo tras separarse de su tercera mujer, Chicho pone a malos tiempos buena cara y resta dramatismo a su lastimera situación: “No me siento solo, de verdad, no te miento. Aquí, encerrado en esta jaula tan placentera no tengo sensación de soledad”. La entrevista no se centra tanto en su obra, evidentemente, de la que existe una paupérrima, pero bien documentada bibliografía (en gran parte proveniente de admiradores y aficionados al medio catódico y al cine de terror), sino que indaga en su faceta más íntima, más personal, y quizás también más desconocida. Así, a lo largo de las tres páginas de extensión que tiene la exclusiva, habla de la relación que guarda con sus ex esposas (“Sí. Ahora, viéndolo con mucha distancia, no comprendo por qué me separé de las tres”) y de la que mantiene con sus dos hijos fruto de su segundo matrimonio, donde parece no haber excluido la sinceridad (“Alejandro quiere ser director de cine, pero no le veo con madera para serlo. Y que se enfade…”). Durante toda la entrevista Chicho hace gala del carácter afable que siempre le ha caracterizado, al menos en su vertiente pública (porque en la vertiente profesional tiene fama de exigente), puesto que en los comentarios de sus matrimonios fracasados no hay atisbo de resentimiento alguno, ni tampoco en las alusiones a sus amigos y compañeros (“Me llaman muy a menudo”). Cuando le preguntan sobre sus próximos proyectos, después de una carrera trufada de éxitos y fracasos, pero no de indiferencia, el director de Un, dos, tres, pese a su inactividad física, demuestra que aún conserva intacta la actividad mental, y que tiene el cajón del escritorio de su despacho abarrotado de guiones y nuevas ideas, aunque otra cosa muy diferente es que al día de hoy, en medio de la despiadada guerra de las audiencias, consiga concretarlas. “Me gustaría hacer cine…y rodar de nuevo los últimos diez minutos de mi última película, La culpa, porque no estoy muy contento con el resultado”. En estas declaraciones Chicho se refiere al episodio que realizó para la serie Películas para no dormir, una revisión y puesta al día de Historias para no dormir que reunió al maestro con las actuales promesas de cine español de género (Alex de la Iglesia, Jaume Balagueró, Paco Plaza, Mateo Gil y Enrique Urbizu) y que Tele 5 y Filmax coprodujeron entre 2004 y 2006. La cadena de Fuencarral emitió algunos de los mediometrajes de esta colección a comienzos del año pasado, pero decidió no estrenar La culpa, tal vez a causa de sus discretos resultados artísticos más que del bajo índice de share logrado por los capítulos precedentes, según he podido deducir de las críticas que he leído en algún portal especializado de Internet, así que la TV movie fue editada directamente en DVD. A Chicho, autor de las espléndidas La Residencia (1969) y ¿Quién puede matar a un niño? (1976), dos incursiones en el género de terror que parecen oasis en medio del desierto de nuestra cinematografía, le queda la espinita clavada de este rechazo, de ahí su intención de cambiar el final del guión de La culpa; no obstante, considero este tropiezo un motivo insuficiente para su jubilación forzosa.

JOCKER FOREVER

JOCKER FOREVER

A ver. Me he propuesto escribir la crítica de The Dark Knight, que es una magnífica película, más allá del récord de recaudación que ha marcado en la taquilla estadounidense el primer fin de semana después de su estreno, del fatal fallecimiento de Heath Ledger y de la campaña de marketing que tiene detrás. Me he propuesto escribir la crítica de The Dark Knight, pero como es una magnífica película, no quisiera llenarme la boca de tópicos, al menos no de éstos, que si el film de Nolan cumple las expectativas depositadas en él porque ha sabido realizar la transición hacia la madurez del superhéroe, que si tiene un guión portentoso que presta atención tanto a los conflictos dramáticos de la historia como al alcance simbólico de los personajes, que si la actuación de Ledger provoca sobrecogimiento y admiración, y un (callado) lamento por su súbita desaparición… Me he propuesto escribir la crítica de The Dark Knight, pero no quisiera llenarme la boca de tópicos, al menos no de éstos, porque ya los he leído en otras reseñas de la cinta, así que voy a recomendarles las dos que más me han gustado, y que no incurren demasiado en lugares comunes, y con ello me ahorro el trabajo: Nolan, el truco final, el prestigio de Oti Rodríguez Marchante en ABC, porque define la esencia del largometraje en varios destellos, y Al filo del abismo de Rafa Martín en Las horas perdidas, por la frescura y la lucidez del estilo. Me he propuesto escribir la crítica de The Dark Knight, pero no quisiera llenarme la boca de tópicos, al menos no de éstos, porque quisiera centrarme en un tópico concreto, en el tópico de que el cine español es muy malo. Como espectador le he dado muchas oportunidades al cine español, demasiadas. Tantas que, después de mil y un chascos y decepciones, se me ha agotado la paciencia y ahora preferiría darle una oportunidad a alguien que acaba de propinar una paliza a su padre antes que al cine español. Estoy harto de verle el coño a Maribel Verdú. Como en La Celestina de Gerardo Vera, donde en los primeros minutos ya la tenemos abierta de patas, postrada en una cama. La proyectaron en mi instituto y no veas como los chavales jaleaban a la actriz. Creo que desde entonces se aficionaron a los clásicos, por ver si aparecían más tías en cueros. No entiendo por qué Al sur de Granada de Fernando Colomo se convierte en un monográfico sobre Verónica Sánchez en pelotas. Creo que quería rodar una película, pero se despistó y luego le salió otra cosa. Mis compañeros de piso en Barcelona se la alquilaron expresamente en DVD para detener en pausa la escena en la que se ve a la actriz de cuerpo entero y a sabiendas que aquella adquisición en el videoclub alumbró muchas masturbaciones. Al comienzo de Los Serrano, cuando ella se enjabonaba en la ducha, antes de que entrara la cabecera de la serie, hasta aullaban. No hay necesidad de llenar la pantalla de pijotes. O de sacar siempre a un cura follando. Existen las elipsis. Soluciones de guión más sutiles. Tranquilos, la censura oficial hace años que acabó. Tampoco es cuestión de beatería ni nada por el estilo. El sexo, cuando está integrado en la historia y no es mero exhibicionismo gratuito, como en La buena estrella de Ricardo Franco (donde, por cierto, interviene otra vez Maribel Verdú), es un recurso como otro cualquiera. Pero no nos obsesionemos, por favor. El cine español está sobresaturado de desnudos. Se puede construir un título que no incluya la palabra “cama”. La última vez que llevé a mis amigos al cine para ver una película española, Sin Noticias de Dios de Agustín Díaz Yanes, por poco salgo linchado. Ya no me van a perdonar ni una. Cuando se suple la ausencia de imaginación y la falta de medios por despelote o ideas cutres, se facturan engendros que no guardan ningún atractivo para el público que acude a las salas. Siempre se salvan destellos como 3 días de F. Javier Gutiérrez, La habitación de Fermat de Luis Priedrahita y Rodrigo Sopeña o Casual Day de Max Lemcke, pero todavía no es suficiente frente a Ángeles S.A. de Eduard Bosch, Café solo o con ellas de Álvaro Díaz Lorenzo o Déjate caer de Jesús Ponce. Por eso, si quieren asegurar el tiro, elijan The Dark Knight, de la que, antes de soltar esta perorata, me había propuesto escribir la crítica.

GANAR SABER

GANAR SABER

“(…) el gerente de la empresa, vasco de origen, creo que supernumerario del Opus y educado en Navarra me había citado en su despacho para comunicarme que no había superado el período de prueba de mi contrato; también para explicarme que no había cubierto las expectativas que había depositado en mí, que escribía mal, que si me sometía a un test de actualidad lo suspendería y que había encontrado un remedio a su error en la buena disposición de dos becarias, de las cuales no pretendía fichar a ninguna.”

 

Escribí estas líneas, de tono bastante contenido en general, en la habitación vacía de mi piso de alquiler en Zaragoza, puesto que ya tenía el equipaje preparado para regresar a Sevilla y las maletas contenían toda la parafernalia de mapas, paneles de corcho, pizarras, recortes de prensa y timings que había desplegado en las paredes. Las persianas, ligeramente echadas, impedían que me deslumbrara el sol y que el calor entrara a bocanadas, así que el interior se había quedado en penumbra, un ambiente que estimulaba la confesión. La sensación de intimidad sólo estaba rota por el sonido del televisor, que veía mi compañero de piso, Javi, en la salita, el rumor de las risas enlatadas del programa Sé lo que hicisteis, que se filtraba a través de la puerta entreabierta de mi cuarto. Uno escribe estos artículos de opinión por satisfacción propia, para engordar el book de trabajos, para no perder la práctica, pero también para conferir sentido a unos acontecimientos que no lo tienen y para intentar reparar los daños ocasionados por las decisiones irresponsables y arbitrarias de unos cuantos iluminados. La escritura es el consuelo que, tras la batalla, le queda al bando perdedor, las palabras que buscan vertebrar un relato coherente a partir de una realidad incoherente, porque así intenta reparar la catástrofe y entender las razones que han motivado el desastre. Sólo cuando se toca fondo, se empieza de verdad a valorar las cosas y a sacar fuerzas suficientes para afrontar la situación.

 

El gerente de la empresa, vasco de origen, creo que supernumerario del Opus y educado en Navarra me citó otro día en su despacho para dar su visto bueno a mi vestuario y decidir si lo acompañaba en una cita que había concertado con el gerente de una multinacional aragonesa de materiales para el embalaje. Desde su escritorio, reclinado en su asiento, con la soberbia del empresario que se siente propietario de sus empleados, me pidió que girara sobre mí mismo para supervisar mi atuendo (a una compañera en prácticas la amonestó porque decía que enseñaba las bragas), camisa oscura, pantalones

beig y zapatos a juego, y en un gesto arisco, que no ocultaba una mueca de desagrado, me concedió su indulto. “¿Sabes lo que es un billardo?” Me encogí de hombros, a modo de respuesta. “No sé qué cojones os enseñan en la universidad. Eso se estudia en 2º de carrera, en una asignatura de economía” Me explicó, en forma de rapapolvo (como el escritor Antonio Burgos me reprendería por no saber dónde queda el barrio de San Román o cuál es el nombre del párroco de la Iglesia de Los Negritos) que un billardo era la cantidad equivalente a mil billones y luego quiso convencerme de que era un ignorante por no barajar aquellas macrounidades de medida. “Luego pasa como lo que le ha ocurrido a este redactor de El economista; que ha confundido en un artículo los billardos con los billones y al final se ha hecho un lío”. Quise responderle que estaba confundiendo autoridad con desvergüenza y que, desde que me realizó la entrevista, él me estaba faltando el respeto; quise responderle que si un profesional especialista en la materia había confundido los términos a mí no podía reprocharme nada, puesto que yo no me encargaba de esa sección de contenidos; quise responderle que en la carrera se cursan otras muchas asignaturas que seguro él ya no recordaba y quise preguntarle la fecha de estreno de Primera plana de Billy Wilder, que también figura en algún temario; quise responderle que el que hace la ley hace la trampa, pero tuve que morderme la lengua. El gerente de la empresa, vasco de origen, creo que supernumerario del Opus y educado en Navarra partía en clara ventaja, jugaba en casa, tenía al equipo completo y había comprado al árbitro.

 

Un mes y medio después, ya en Sevilla, al fin libre de la égida oscurantista y autoritaria de mi antiguo jefe, cuando me disponía a cruzar la zona de raíles del tranvía de la Avenida de la Constitución, en una mañana aureolada de sol y viandantes, recibo una llamada de Javi, mi compañero de piso, informándome de que ha recogido del buzón una carta a mi nombre. Me confiesa que la ha abierto y que contiene una nueva oferta de trabajo de la agencia de comunicación de Zaragoza que me había despedido. La noticia me sorprende en medio de una ronda de currículums, donde varias empresas han dejado abierta la posibilidad de contratar mis servicios. “¿Te la mando?” “Sí, envíamela. Así ya tengo material para partirme el pecho.” Y al colgar, una bandada de palomas, sorprendidas por la zancada que he dado para llegar hasta la acera, echa a volar a mi alrededor.

RECURSOS AFRICANOS

RECURSOS AFRICANOS

A pesar de la ferocidad del calor, a pesar de que sobre sus cabezas, normalmente protegidas con una gorra cochambrosa, planea un cielo incendiado de sol, hordas de gorrillas, mujeres y hombres destartalados, procedentes de los arrabales, dejados de la mano de Dios, se echan a la calle en Sevilla para buscarse el jornal diario. La crisis económica sólo es un agravante de la situación y consigue que cada gorrilla convierta su área de acción, sus hileras de vehículos aparcados en doble fila, escogidas al azar, en un territorio infranqueable, vedado a la competencia. Los propietarios de los vehículos, clientes a la fuerza, a los que no les queda otro remedio que desembolsar unas cuantas monedas si no quieren encontrarse un rayón que estropee la carrocería, son testigos muchas veces de las fricciones entre gorrillas, que en ocasiones casi llegan a las manos, por el reparto de las zonas de trabajo. Algunos, con mayores pretensiones salariales que el consistorio de un pueblo, rechazan la propina cuando ésta no sobrepasa el euro. “¿Esto me vas a dar? Para esto no me paso yo todo el día en planta” Quizás los gorrillas, motivados por las últimas subidas del IPC, consideran que ha llegado la hora de incrementar los precios por proporcionar instrucciones inútiles a los conductores cuando éstos encuentran una plaza libre y por abandonar la custodia de los automóviles que estaban a su resguardo antes de recibir la voluntad.

 

El mercado de los negros que venden pañuelitos en los semáforos de la ciudad también está saturado, como cualquier sector, en general. Cada semáforo se ha convertido en una franquicia y Sevilla se ha convertido en un enorme franquiciado de esta especialidad. En ninguno de ellos falta uno de estos africanos, en su mayoría originarios de Nigeria, que soportan estoicamente los ardores de Agosto mientras esperan que se encienda la bombilla roja del indicador luminoso para realizar su particular recorrido comercial entre los coches. Algunos miembros de este improvisado gremio, ante la dramática proliferación de nuevos vendedores, se han dado cuenta que la única manera de sobrevivir es mediante la diferenciación del producto y por eso han echado mano de un marketing más bien dictado por el instinto que por el temario de un curso en ESIC; de ahí que el negro de voz y ademanes amanerados que ocupa el semáforo del centro comercial Plaza de Armas se vista con traje de flamenca y baile unas sevillanas ante un público atónito y exhausto de atascos de tráfico. O que el negro que ocupa el semáforo del centro comercial Alcampo se disfrace de Papa Noel para felicitarnos la Navidad en plena época estival, a 40º a la sombra. El caso de Don Amby, el nigeriano que el pasado miércoles devolvió a la policía una cartera con 2700 euros y un cheque de 870 que se había encontrado momentos antes tirada en la calzada, y que obtuvo una recompensa de 50 euros por su acto de buena voluntad, sería un gran ejemplo de publicidad involuntaria, porque desde entonces los conductores, cuando bajan la ventanilla para comprarle pañuelos, sonríen a Amby de una manera muy especial.

CANTERA DE TALENTOS

CANTERA DE TALENTOS

Mi primo José Luís ha participado en el rodaje de una película, según me contó mi tía Tata mientras los invitados al convite de la boda a la que acudí el pasado sábado bailaban a ritmo de King África. Fue hace unas semanas. La productora se puso en contacto a través de una conocida con mi primo José Luís, natural de Alcalá de Guadaira y mecánico de profesión, para que les echara una mano con unas tomas que debían realizar en un coche, creo que una antigualla situada en medio de un solar degradado. Según el relato de mi tía Tata, la labor de mi primo José Luís se restringió a acondicionar el vehículo, a quitar un cristal, a ajustar una puerta, a mover un asiento, de tal modo que el operador pudiera colocar la cámara para que éste consiguiera así componer el plano. Fueron dos noches, con una media de 12 horas por jornada, aunque mi primo José Luís, que trabaja en el sector de la automoción, no en el audiovisual, y que no está acostumbrado a estos trotes, se marchó antes, sin cumplir el horario completo, argumentando que la mañana siguiente debía levantarse temprano para incorporarse a su taller. Según mi tía Tata cobró 50 euros la hora, así que, haciendo un cálculo rápido, teniendo en cuenta que oficialmente ha echado 24 horas, mi primo José Luís se ha sacado 1200 pavazos en un par de días. Le pregunté a mi tía Tata, mientras los invitados al convite formaban un corro en la pista de baile y danzaban al unísono a ritmo de Mi carro de El Koala, si la productora con la que había colaborado mi primo José Luís era la Warner Brothers o la Fox, o si la película era una superproducción norteamericana, porque más o menos tengo una idea de lo que se paga a un figurante o a un técnico y se me antojaba aquella remuneración demasiado alta. Mi tía Tata me confirmó que se trataba de una película española, aunque cuando le pedí los nombres de los actores que intervenían para hacerme una idea de la entidad del proyecto, me confesó que no los conocía o que no se acordaba. El caso es que se podría decir que mi primo José Luís, acostumbrado a operar maquinaria pesada en una nave industrial ubicada en Tablada, después de un tiempo rulando por concesionarios, reparando automóviles para grandes marcas, debutó hace unas semanas como Técnico de FX. Sé que a mi primo José Luís no le hace falta este tipo de chapucillas, que ha aceptado el encargo por diversión, por probar algo nuevo, diferente. Mi primo José Luis estudió un FP de automoción en el instituto del Polígono Sur, en el barrio marginal de Las Letanías, que junto al mío, el Domínguez Ortiz, tiene a los alumnos que peores notas de Selectividad registran en Sevilla. Pero a mi primo José Luís, que en su día tomó la decisión arriesgada de aprender un oficio, descartando la alternativa de cursar una carrera universitaria, tan prestigiada por entonces, le ha ido bien y, tras los lógicos vaivenes de los primeros empleos, ha logrado cierta estabilidad laboral. Ahora, cruzada la línea de los 30, mi primo José Luís lo gana bien. Tiene una vivienda en propiedad, de notables dimensiones, garaje y piscina incluidos, a la que no le falta ninguna comodidad, reproductor de Blue Ray, televisor de plasma, Playstation 3 y cambia a menudo de coche, todos ellos de enorme cilindrada. Felizmente casado desde hace varios años, mi primo José Luís acaba de convertirse en padre de una niña a la que ha llamado Julia. Ha alcanzado tal bienestar que se puede permitir pequeños escarceos con el séptimo arte para saciar su curiosidad. A 50 euros la hora y sin necesidad de reconocer a los actores. “Eso queda para los eruditos”, debe pensar. Quizás Alcalá de Guadaira se transforme en una cantera de talentos para Hollywood. Que tiemble Reyes Abades. Llega mi primo José Luís.

MÁS EXTRAÑO QUE LA FICCIÓN

MÁS EXTRAÑO QUE LA FICCIÓN

A través de los informativos, entre noticias de mujeres asesinadas por sus ex parejas y de extinciones de incendios, he visto fragmentos de la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Pekín y he de reconocer que me ha parecido increíble, colosal, desmesurado, el despliegue de medios, figurantes y coreografía que el país asiático ha realizado para conmemorar el evento. A través de la prensa me he enterado que el responsable de la puesta en escena del espectáculo ha sido el director de cine Zhang Yimou, más conocido entre el gran público por los títulos de la etapa más fastuosa de su filmografía, Hero (2002), La casa de las dagas voladoras (2004) y La maldición de la flor dorada (2006). Aunque me congratulo por la elección de un cineasta de reconocido prestigio mundial como Yimou para hacerse cargo de un acto de tamaña envergadura, no deja de resultarme curioso cómo un artista vetado en los comienzos de su carrera por el régimen comunista chino (Semilla de Crisantemo (1990) y La Linterna Roja (1991) fueron prohibidas en su país) ha pasado a convertirse, tras una vorágine de olvido e incoherencias, en el artista de cabecera de esta China neocapitalista que se pasa los derechos humanos por el forro de las pelotas. No le reprocho nada a Yimou. Supongo que es ley de vida y que una evolución parecida han llevado otros directores de cine como Almodóvar, que ha pasado de retratar los ambientes mostrencos de la movida madrileña a organizar el Baile de la Rosa para la Familia Real de Mónaco; o George Lucas, que ha pasado de ponerse de lado de los rebeldes en su lucha contra el Imperio en la primera trilogía de la saga de Star Wars a defender el Imperio contra los ataques de los rebeldes en la segunda, cara y peor, trilogía. Para explicar estos cambios radicales, estos repentinos lavados de cara, ya encuentro respuestas. Salvo en casos donde ha intervenido un firme compromiso político (y aún así Godard trabajó para una agencia de publicidad durante su época de activismo más radical), a los artistas tampoco les ha importado demasiado quién fuera el mecenas o quién financiara sus nuevos proyectos, siempre y cuando pudieran dar rienda suelta a su talento, más allá de las estériles trifulcas ideológicas y de las infinitas mutaciones del sistema económico. Los creadores somos unos impostores, lo sé. He paseado por la trastienda de la creatividad, donde habita la verdad, la libertad y la locura; en cierto modo, me he educado entre bambalinas y he aprendido a fingir. La única cuestión que tengo sin resolver es, ¿qué pensará Yimou, ahora coordinador de macro shows de audiencia global, pero también autor de cintas pequeñas, como ¡Vivir! (1994) o El camino a casa (1999), donde hacía gala de una sensibilidad especial, me da igual que fuera impostada o no, de las catástrofes sociales que están aconteciendo a su alrededor y que a nosotros nos llegan a través de los noticieros?

 

Ayer además salió a la luz la noticia de que la niña que interpretó la Oda a la Madre Patria durante la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Pekín lo hizo en playback, porque los organizadores consideraron que la verdadera cantante no era lo bastante guapa. Me da la impresión que Yimou, como China, están inmersos en una sucesión caótica de transformaciones que, sobre todo, está afectando a su sistema de valores. ¿Hubiera el director chino reemplazado los mofletes enrojecidos por el esfuerzo de la protagonista femenina de Ni uno menos (1999) por los de otra chica más acorde a los dictados de la moda? ¿O por los de una actriz que se hubiera tratado la cara con botox? La estética de la película hubiera ganado, pero desgraciadamente habría perdido verdad.

EL MUNDO ALUCINANTE

EL MUNDO ALUCINANTE

Acabo de descubrir, en plena desolación estival, en el sopor de las tardes caldeadas, a casi cincuenta grados, que Spiderman existe, que tiene un equivalente en la vida real; pero, para mi sorpresa, no vive en New York, entre rascacielos que desafían a las alturas e interminables embotellamientos de tráfico, sino que actúa en la zona de la calle Feria, en el centro de Sevilla, en un escenario triste de calles vacías y negocios cerrados. El hombre araña, una denominación más acorde para este hombre de 47 años de edad por ser una versión castiza del mítico superhéroe, fue detenido el pasado jueves después de trepar por la fachada de una casa del popular barrio para desvalijarla, según informa ABC. Después de leer la noticia, y saber que su principal protagonista se ha colado en 37 viviendas habitadas desde que comenzó el verano, a una media de 13 por mes, me imagino a Alberto P.S., alias “El hombre araña”, como una especie de Hancock a la española, con un look harapiento, a lo homeless, piojos, calzonas y chanclas rotas incluidas, pero sin ningún afán por salvar al mundo, sino más bien el de salvar el pellejo. Me imagino a este ser dotado con poderes sobrenaturales para hurtar como una variante de Fantomas, aquel archivillano de las noveluchas francesas que aterrorizaba a la burguesía parisina, aunque más asilvestrado y menos elegante en las formas, como las de un gorrilla cuando no recibe propina por indicarte dónde puedes aparcar el coche. Me imagino a este émulo local del personaje creado por Stan Lee aprovechándose de que las ventanas y los balcones de la mayoría de los hogares están abiertos, con el propósito de aliviar el calor, para demostrar sus habilidades como escalador, activar su sentido arácnido y tender sus telarañas en propiedad ajena. Quién sabe. Quizás este personaje suburbial inspire una secuela de Watchmen, pero ambientada en Los Pajaritos.